Los bosques vistos con nuevos ojos: a Tolkien le gustaría GMV
Nuestro imaginario sobre árboles y bosques es infinito; hay tantas percepciones como personas. Mi árbol de infancia es un magno limonero, al que trepar y en el que jugar, entre algarrobos, cipreses, pinos, laureles, higueras y carrascas; sus ramas se abanderan por el levante, sobre el sotobosque de coscoja, sabina, palmito, lentisco, aladierno, romero, brezo, aliaga, cantueso y esparto. Y en este escenario de foresta, discurrían personajes, fantasías, lecturas, misterios, pensamientos, fábulas, tradiciones y armonías.
Muchos han profundizado con erudición filosófica y cosmogónica en el ser de los árboles y los bosques, desglosando lo que encierran de objetivo, lo subjetivo y lo creativo con imaginación desbordante, lo unitario y lo grupal. Pienso en J.R.R. Tolkien, para quien el bosque es sinónimo de palabra: siempre sugerente, siempre con un mensaje profundo que transmitir. Hay que escuchar cuidadosamente, entender el lenguaje de los árboles –biológico, ecológico- y referir su argumentación a las leyes de la naturaleza. Porque la naturaleza tiene sus leyes, y cuando se transgreden, se queja, llora, se altera, sufre y se venga.
Con razón me preguntareis: ¿desde cuándo se dedica GMV a la literatura, la filosofía o la botánica? Desde el fundamento científico y técnico que caracterizan los desarrollos de GMV en observación de la Tierra y análisis geoespacial, pienso que estamos en un lugar privilegiado para observar los bosques con nuevos ojos: con los «ojos» de los nuevos satélites, que nos permiten medir el espectro, la huella, de las especies y asociaciones forestales, de su crecimiento, las sequías y la sed de cada individuo, las escaras de los incendios o las suturas de las talas y hasta las repercusiones pandémicas de especies invasoras sobre la biodiversidad, la alteración de los ecosistemas y la homogeneización biótica.
Tolkien habla de estos componentes del bosque en todo su legendarium[1], cuentos, poemas, cartas y ensayos, y da razones profundas para que cada elemento mantenga su función y el equilibrio del conjunto: de las raíces a las copas, desde la luz hasta el suelo, la explotación de los frutos o de la madera. Resulta reconfortante comprobar el alcance y calidad de los productos de análisis forestal que obtenemos en GMV a partir de imágenes de satélite y que en los algoritmos de cálculo o los procesos de validación también tenemos una aproximación holística hacia los bosques.
El análisis más básico que realizamos es la cartografía de la cubierta forestal, que obtenemos con una precisión del 95%. La geo-localización, inherente a los píxeles de la imagen junto con los topónimos de bases de datos auxiliares, es primordial para calcular superficies y volúmenes de biomasa. Sorprendentemente, Tolkien nos introduce en cada uno de sus fantásticos bosques describiendo minuciosamente su localización, extensión hacia los puntos cardinales, características de las tierras limítrofes y de sus habitantes, la ubicación de los claros del bosque y otras muchas especificaciones junto con multitud de topónimos. El mensaje sobre el reconocimiento del espacio y los límites lo lanza claro y nítido al lector. Todos y en todo encontramos límites, a veces amables, a veces impositivos, a veces insuperables. Pero siempre debemos conocerlos y ponerles nombre para respetarlos.
Derivado del anterior, el análisis de cubiertas forestales lo completamos con la clasificación de tipos de bosque. A veces pienso que Tolkien es uno de los nuestros, de nuestra línea de producción: La Tierra Media describe veinticuatro bosques, cada uno con su peculiaridad. Los datos espectrales capturados por los satélites nos permiten clasificar cada tipo de bosque por su especie dominante, ya que cada especie es única y diferente. Mediante algoritmos de clasificación de la reflectancia, potenciados por IA, establecemos la localización y los límites de tipos de bosque, con una precisión del 90%. Las diferencias entre bosques dominados por Pinus nigra, sylvestris o uncinata no escapan nuestro reconocimiento. Y así hasta 58 especies dominantes en Europa.
Tolkien nombra, en términos poéticos, un elemento problemático que encontramos en la clasificación. Él se refiere a los «aleros del bosque», es decir, a zonas de transición, antesala de otro escenario. Este término metafórico, es una dificultad cotidiana en nuestro trabajo de clasificación de bosques que resolvemos gracias a cálculos matemáticos y probabilísticos.
El tiempo del legendarium es un tema demasiado amplio para este post; El Origen, la Edad de los Árboles y las cuatro Edades posteriores se refieren a ciclos históricos, a la narración completa de biografías. Eso no es posible con el calendario solar en el que los días, semanas o meses completan la madurez del individuo. Para Tolkien, la Edad de los Árboles se plasma en los anillos de crecimiento, que se expanden radicados en su centro, en su origen, mientras permiten a las ramas y las hojas crecer libremente: principios estables y libertad de crecimiento posibilitan una historia vivida, una biografía integrada. Nuestro producto de edad del bosque no plagia el diccionario de Tolkien; procesamos series multi-temporales de imágenes de satélite desde 1984, para datar la historia de los cambios: dimensión de las copas, fracción de cabida cubierta, estimación de biomasa y capturas de carbono según la edad de las masas. La evolución de bosque de Fangorn sería un caso de estudio ideal para las imágenes de satélite.
Otra realidad forestal que analizamos con imágenes de satélite son los incendios, tema recurrente en el legendarium. Para Tolkien el fuego en el bosque es imagen de la desolación de la guerra, de las batallas libradas entre seres vivos, de la ira de la discusión que, como la lava ardiente, arrasa todo ser vivo, aunque siempre mantiene la esperanza de la regeneración y la supervivencia: el triunfo del anillo de sus cenizas. Un ejemplo es la batalla de Isengard, pergeñada por Saruman y su Fuego de Orthanc, que acabará con multitud de Ents –árboles parlantes-. La detección de áreas quemadas con imágenes de satélite está altamente probada; en la actualidad, como en la metáfora, nos esforzamos en la prevención de la ignición midiendo el grado de sequedad del combustible y en la restauración del terreno después del desastre, recomponiendo bosques fragmentados. A este último aspecto dedicaremos nuestros esfuerzos en los próximos cuatro años a través del proyecto Horizonte 2020 FirEUrisk que diseñará la estrategia Europea frente a los grandes incendios forestales, que son causa y efecto de una cadena de destrucción: abandono de sistemas productivos agroforestales, despoblación, severos periodos de sequía, pérdida y fragmentación de la diversidad ecológica, avance de plagas, pérdida de suelos y contaminación atmosférica.
En el Día Mundial de los Bosques, estoy segura de que Tolkien descubriría un nuevo horizonte de fantasías y realidades a través de la super-visión de la tierra que nos brindan los satélites. A Tolkien le gustaría GMV.
Autora: Julia Yagüe.
[1] El término legendarium fue acuñado por el mismo Tolkien para referirse a su obra mitológica: El Hobbit, El Señor de los Anillos, Las aventuras de Tom Bombadil, La Última de Bilbo, El Silmarillion, Los hijos de Húrin, Beren y Lúthien, Cuentos Inconclusos, La Caída de Gondolin, Historia de la Tierra Media, Historia de El Señor de los Anillos.