Yo, ¿astronauta?

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El 16 de febrero me llegó un bombardeo de mensajes de golpe: en las noticias habían anunciado que la Agencia Espacial Europea (ESA) iba a abrir vacantes para el cuerpo de astronautas. Muchos de mis conocidos habían visto la noticia y me habían escrito curiosos de saber si me iba a presentar o animándome a que lo hiciera. Claro, cuando llevas veinte años repitiendo a todo el mundo que lo que quieres en la vida es ser astronauta pues, la gente se acuerda. Lo cierto es que siempre, de alguna manera u otra, me había estado preparando para esto y me entró un poco de miedo escénico y digo yo «pero vamos a ver qué hago yo intentando ser astronauta» … Pues al parecer ya llevaba un tiempo en ello.

Desde que dejé la idea de ser dentista o tenista, con diez años se me metió en la cabeza ser astronauta. Mis padres notaron que el universo me volvía loca: podía pasarme horas aprendiendo constelaciones, buscando planetas, viendo películas o documentales del espacio o incluso me levantaba de madrugada para no perderme ni un lanzamiento del Space Shuttle. Todo el mundo cuando me preguntaba qué quería ser de mayor, decía (y de hecho sigo diciendo) astronauta. Cuando pasé al instituto, me hice una lista de cosas “importantes” para lograrlo: no marearse, no tener claustrofobia, estudiar una carrera de ciencias o tecnología, manejar bien el estrés y ese tipo de cosas. Hasta el día de hoy sigo intentando ganar esas habilidades que me puedan hacer llegar a conseguirlo.  Estudié ingeniería aeroespacial, me apunté a un grupo de vela e hice escalada (actividades muy bien valoradas), ahora trabajo en operaciones (donde por lo menos veo a los astronautas todos los días en unas pantallas). Parecía que mi gran hándicap sería mi altura, pero por suerte, para esta convocatoria han bajado la estatura mínima y entro por los pelos.

Lo cierto es que solicitar la plaza no resulta demasiado complicado si cumples los requisitos básicos: formar parte de uno de los estados miembros de la ESA, tener al menos un máster y tres años de experiencia profesional en ámbito científico/técnico, poseer al menos un nivel C1 de inglés y tener un buen estado de salud. Además, hay que aportar cierta documentación: currículum, carta de motivación, fotocopia del pasaporte, certificado médico para piloto privado. Y contestar a un cuestionario de unas veinte preguntas más o menos, todas referentes a los requisitos básicos y sobre ciertas cualidades que se requieren para el puesto: si sabes nadar, si estás dispuesto a ser objeto de estudios científicos, si has trabajado en algún sitio donde tienes responsabilidades, o si realizas actividades con ciertos niveles de estrés como espeleología o expediciones en climas adversos, por ejemplo… El certificado médico es más completo que un examen para el carnet de conducir, pero nada sobrenatural: analíticas, electrocardiograma, pruebas acústicas y visuales y alguna pregunta psicológica.

El cuestionario es casi lo más importante de todo, con él se criba a alrededor del 90% de los solicitantes. Como explicaba el astronauta Matthias Maurer en la presentación de las posiciones «Un ‘no’ en una pregunta que tiene que ser un ‘sí’ es una descalificación automática». Revisé el cuestionario más de treinta veces durante los más de dos meses que ha durado el proceso.

Mandado esto solo toca esperar. El proceso son seis fases que se extenderán hasta octubre del 2022. La primera fase consiste en un screening inicial basado en los documentos e información aportada. Si se supera esta primera fase, los seleccionados tendrán que pasar unas pruebas cognitivas, técnicas, de coordinación motora y test de personalidad. La tercera fase consta de pruebas psicométricas, ejercicios grupales e individuales y test prácticos. En la cuarta ronda se testean las habilidades físicas y mentales en comparación con estándares médicos para misiones aeroespaciales. La quinta ronda se trata de un panel de entrevistas donde los solicitantes son entrevistados en competencias técnicas y de comportamiento. La última etapa, es la fase final de selección en la que los aspirantes tendrán una entrevista final con el presente director de la ESA.

En conclusión, se busca la perfección y como decía el astronauta Matthias Maurer «Lo más complicado de ser astronauta es pasar las pruebas para serlo». La competencia es numerosa: más de 22.000 solicitudes para 4 o 6 puestos. La ESA tiene intención de escoger 50% de mujeres, y el total de las solicitantes es de 24%. ¿Quiere decir que hay más posibilidades? Sería más fácil que me tocara el gordo estas navidades. ¡Ojalá haya suerte! Aunque pobre de mi madre.

Autor: Inés Sánchez Barbero

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