Un viaje en el Hespérides

Hespérides

No todos los días te dicen que por tu trabajo vas a poder ir a la Antártida a bordo del BIO (buque de investigación oceanográfica) Hespérides. Cuando llegué a la división de RAE (Receiver and Advance Equipment) hace cinco años y lo escuché por primera vez, lo vi como algo lejano, como un casi imposible. Este año, sin embargo, lo que entonces era una posibilidad se ha hecho realidad, y desde finales de febrero a principios de abril he estado de misión formando parte del proyecto IHM Galileo. De misión digo, pero ir a la Antártida no es una misión cualquiera, y eso te dice que GMV no es una empresa cualquiera.

En NUSP (Navigation User Segment & PRS) /RAE (Receiver and Advance Equipment) llevamos varios años trabajando en el desarrollo de receptores PRS, un servicio regulado de Galileo cuyo objetivo fundamental es proporcionar posicionamiento robusto en entornos degradados por jamming (interferencias intencionadas) y spoofing (suplantación de identidad). Liderado por la DGAM (Dirección General de Armamento y Material) y coordinado por el IHM, GMV forma parte del proyecto IHM-Galileo, que tiene como objetivo probar las prestaciones del servicio en latitudes polares.

Los preparativos fueron cortos. El día a día de los proyectos apenas me dio tiempo para pensar en el viaje, más allá de las revisiones médicas y los aspectos administrativos con el Comité Polar Español y con la propia Armada. Fueron pasando los días y en medio de una cierta sensación de irrealidad y de no terminar de creérmelo así, casi sin darme cuenta, llegó el 22 de febrero y me fui al aeropuerto para coger un avión a Punta Arenas, en Chile.

Los días en Punta Arenas sirvieron para establecer unos primeros vínculos de compañerismo con el equipo, compuesto por un Capitán de Fragata y un Capitán de Corbeta del IHM, un Teniente Coronel de la DGAM y un ingeniero de la empresa Cipherbit, con la que trabajamos en el desarrollo de los receptores. Esa espera fue corta, pero se hizo larga, sobre todo la más de media hora esperando al resultado de una prueba COVID tan sorprendente como inesperado; ¡un positivo te mandaba a casa!

Por la tarde llegó el momento: control del pasaporte en el muelle internacional y por fin el embarque a bordo del Hespérides, sin duda uno de los momentos más emocionantes del viaje. Desde que Jorge Andreu (jefe de la división RAE) y Manuel Toledo (jefe de la unidad NUSP), a los que desde aquí me gustaría mandar un mensaje de agradecimiento, me comunicaron allá por noviembre de 2023 que iba a formar parte del proyecto habían pasado cinco meses de ilusión creciente, algún que otro sobresalto y de ganas, muchas ganas que por fin se estaban materializando cuando el barco ponía rumbo a los Canales Patagónicos, atravesando el estrecho de Magallanes de camino a las islas Shetlands del Sur.

Rumbo al Sur, empezamos a ver los primeros icebergs. Más tarde, la aproximación a la isla del Rey Jorge impresiona; estamos llegando a la Antártida y me tengo que pellizcar para creérmelo. El paisaje de hielo es abrumador, y en el ambiente se notan las ganas de empezar el trabajo.

Después de un paso por la base del CSIC “Juan Carlos I”, donde se baja parte del grupo de científicos, el 4 de marzo pasamos los Fuelles de Neptuno y entramos en el antiguo volcán de la isla Decepción, donde bajamos a la base del Ejército de Tierra “Gabriel de Castilla”. El recibimiento es muy caluroso, diría que se respira incluso cierta hermandad. 

Los días que siguieron a ese primer día en tierra fueron de mucha actividad. Las bajadas a tierra se sucedieron, siempre en colaboración con los otros proyectos que comparten campaña con nosotros; proyectos fundamentalmente de geología, biología y virología. Mucho trabajo en tierra grabando señal GNSS para procesarlas después a bordo y comparar nuestros resultados con los equipos comerciales.

En la isla Media Luna, en Yankee Harbour, vivimos otro de los momentos más espectaculares del viaje, una bajada a tierra en una pingüinera con cientos, diría miles de pingüinos. La espera después hasta que nos recogen se hace larga, con lluvia y bastante frío. Volvemos empapados y con las manos heladas, pero con la sensación del trabajo bien hecho.

Los días pasan rápido. Uno de los equipos que habíamos comprado para hacer algunas mediciones está dando guerra. Siento el apoyo de todo de todos los compañeros que se han quedado en Madrid y que no ahorran ni tiempo ni esfuerzo para darme soporte y para llevar a buen puerto, nunca mejor dicho, el proyecto.

En Decepción vivo algo inesperado, y es la presencia de turistas en la Caleta Balleneros. El debate está abierto, pero hay voces que se inquietan del impacto de una actividad turística creciente, y no es para menos.

Y todo lo que empieza tiene un final. El 21 de marzo, después de varias cancelaciones, nos subimos al avión que nos devuelve a Punta Arenas. El despegue desde la pista de tierra de la isla de Rey Jorge es otra experiencia.

La misión termina de vuelta a Madrid. El Capitán de Fragata, subdirector del IHM, cerca de pasar a la reserva, nos recuerda algo que se dice en la Marina: un mes en un buque puede crear amistades que duran toda una vida, lo sabe por experiencia.

Para terminar, dejo aquí algo simbólico pero que me parece importante para dar visibilidad a las amenazas a las que se enfrenta la Antártida: un enlace para apadrinar pingüinos. Apadrinando uno, te comprometes con el cuidado de la Antártida y del medio ambiente.

https://ejercito.defensa.gob.es/unidades/Antartica/antartica/apadrinamiento/index.html

Yo ya he apadrinado el mío, se llama Galileo.

Diploma pingüinos

Autor: Arturo Vinué Visús

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